Sentada en el
borde de un tronco que yacía
equivocado en
medio de los juncos
miraba
fijamente los círculos
donde se
diluían sus ojos
en un pequeño
charco
resplandores
de sol
como estímulos
hostiles
le traían brisa
de otras partes
Desaparecía el
peso de las manos grandes
el
mundo ahora estaba libre
sin sus brazos
caídos más allá del agua
fue un
momento solo un momento y el
agua volvió a
su tranquilo lecho de lisura
ella
no la diluyó más con sus ojos vivos
y cayó del
tronco a la tierra húmeda
casi sin
peso con su cuerpo pesado
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