martes, 13 de septiembre de 2016

Presentación de El Yo en los estantes, Editorial Kuruf, en Casa de la Cultura, Fisque Menuco. 15 de abril  de 2016
En el marco de las Conversaciones de Otoño, presentado por Fabiola Soria y Diego Rodríguez Reis

viernes, 9 de septiembre de 2016

El Yo en los Estantes


María Inés Arce
Kuruf Ediciones, 2015

Prólogo: "El Yo en los Estantes": Tratado de las Pasiones y Afines

Hablar de "El Yo en los estantes" supone establecer, de antemano, un doble campo de lectura y de interpretación (si es que existe una diferencia entre estos dos actos íntimos). Ya desde el título nos interpela desde esta doble función, dialéctica, entre el componente abstracto del "Yo" y el concreto, palpable, de "los estantes".
Desde el vamos, sin rodeos, María Inés Arce nos propone un Yo narrador/Yo lírico acorde con ese lustroso título: "Buscábamos la otredad", arranca el primer verso del primer poema. Nos anuncia, así, una plataforma posible desde dónde leer el libro. Ese "Yo" fuerte, personalísimo, propone, constantemente, una mirada particular e inquietante sobre las cosas y sobre sí mismo. Todo es materia de su interés, nos plantea dilemas allí donde acaso no los sospechábamos. Dilemas a veces del orden aparentemente retórico ("el amo no ama/ él no viene amando desde/ siglos"); a veces del orden moral ("se altera el equilibrio entre deseos y represiones/ ¿cómo buscar una estética?").
Este Yo (único, universal) es el verdadero protagonista del libro, es el Virgilio que nos pasea (a nosotros, Dantes repentinos) por las diversas partes de su propio mundo, que pasa a ser instantáneamente, instintivamente, el nuestro. Este Yo es complejo, contradictorio, y eso lo hace visible, querible. De arquitectura casi hegeliana, construye hermosas tesis convincentes; para luego proponer su perfecta antítesis; y finalmente arriesgar una síntesis que las concilie ante nuestros ojos.
Donde brilla ese devenir es en su tema dilecto, que es (a qué dudarlo) la palabra. Más aún: la escritura. Su fe es poderosa: "El sueño nos anunció el poema", nos dice; "Si no tuviera nombre/ creería que no existo", confiesa. A veces, esa fe parece decaer: "Con esta forma/ o con otra/ escribir es escribir para el silencio" (...) "Basta escribir/ para no escribir nada". Otras, ensaya realidades intermedias: "Se escribe tormenta arriba" o "Todavía hay esperanza de una nueva lengua".
"El que nomina, domina", escribió vistosamente Pierre Bordieu. Y allí encontramos otra clave de lectura de "El Yo en los estantes": el conflicto. Ese Yo, belicoso, pendenciero, lucha. ¿Contra qué? Contra sus dudas, contra su propio elemento, contra sí mismo: "Si no existiera esa palabra/ que denota mi existencia en un archivo/ creería que mi angustia/ no me pertenece". Quiere decir, decirse para definirse, superarse. Y el consecuente interrogante: la ubicación de ese "Yo" en "los estantes", ¿es una circunstancia feliz o infeliz? ¿triste o victoriosa? ¿prosaica o absurda, levemente inquietante?
Leer un libro comporta el diálogo interno con todas nuestras lecturas previas. A veces, en los casos más felices, sentimos que esas lecturas confluyen, en un solo verso epifánico, con las del autor. Entonces es cuando nos ocurre eso que Borges denominó "el hecho estético".
Personalmente, "El Yo en los estantes" me remitió instantáneamente al luminoso texto "Desembalo mi biblioteca. Un discurso sobre el coleccionismo", de Walter Benjamin, sobre todo a las oraciones iniciales: "Desembalo mi biblioteca. Si. No están aún en los estantes, no han sido tocados aún por el moderado tedio del orden". Esa leve intertextualidad fue el índice (uno de los índices) de mi lectura/interpretación. Por ello, al llegar al segundo poema de la Parte IV del libro, al leer: "Voy a arreglar mi armario a acomodar/ a establecer un orden y casi una disciplina" es cuando me ocurre el hecho estético, lo que podríamos llamar la felicidad literaria, cuando siento o sospecho que esos dos mundos ajenos e invisibles (el de autor y lector) pueden tocarse, se tocan. Y estos versos lo refrendan, emocionantes: "Temperatura en descenso y siento/ el placer y el dolor de la exactitud".
Quien se aventure a las páginas de "El Yo en los estantes" navegará por todo eso que define a ese Yo, a un Yo, a todos los Yo, pero que puede sintetizarse en un solo y vibrante elemento: las pasiones. "Toda pasión limita con lo caótico", dice Benjamin en el texto citado. María Inés Arce nos lleva, sonoramente, a través de ese mundo dialéctico, ese ordenado caos: "Melancólica nostalgia triste/ quién puede discutirme esta/ selección léxica", nos apura.
Nosotros, lectores agradecidos, preferimos no discutir. Preferimos dejarnos llevar hasta ese verso que nos ilumine y nos duela de felicidad.

Diego Reis, Villa La Angostura, Invierno 2015

Parte I

Buscábamos la otredad...

Buscábamos la otredad
y éramos tan silenciosos
que no decíamos las
palabras
en esta sociedad de
mudos
si hallábamos su mirada
nos encontrábamos
a nosotros mismos
Fue cuando las alas del yo se
detuvieron aquí
porque
“tú” y “él” desaparecieron
cuando anidó
para siempre
la unidad y
el sueño nos anunció
el poema
y la vigilia huyó

con la razón

No llega la mirada hasta donde se oculta la escritura...

No llega la mirada hasta donde se oculta la escritura
en su lugar va hacia los disfraces
las máscaras los desafíos no probados ni en los
/sueños

Se altera el equilibrio entre deseos y represiones
¿Cómo buscar una estética?
Se enaltece la represión y las defensas
asumen el gobierno en la línea horizontal

Todavía hay esperanza de una nueva lengua

El Yo...

El Yo
en los estantes
el Yo
vivo en vitrinas

sujeto de aconteceres
está
ahí alojado en el silencio y
quiere mostrar sus sombras

el Otro

lo vuelve a la vida

Melancólica nostalgia triste...

Melancólica nostalgia triste
quién puede discutirme esta
selección léxica
una genealogía de palabras
nos abruma a nosotros
carenciados de remoto y lejanía
abundados de apretado
eligiendo descartando
sintaxis léxico axiológico
mientras buscamos en las bolsas
de residuos literarios y sociales asociados
Lit. and Soc. o
Lit. y Soc. As.
quién puede discutirme esta elección

las piedras cuando se amontonan

paralizan a los ríos

La tormenta hunde el miedo...

La tormenta hunde el miedo
en zona de desgarro que late
se escribe desde la ciénaga donde
nacen cuatro brotes podridos
dedos pálidos morados mientras,
el tiempo de aguantar

No se puede imaginar si hay
alguien lamiéndose la sangre de los labios
en el borde
ahí, donde se juntan lo excluido y la verdad
esta conjetura que jamás será
una hipótesis
se escribe tormenta arriba
abajo de la tierra móvil con el peso
de una angustia que no se consume
todavía queda tiempo

pero no se puede imaginar

El siglo nuevo vestido de fantasma...

El siglo nuevo vestido de fantasma
se despliega a mi lado
y sin huir tengo miedo
que mi papel
se perfore y
se deshaga en sangre

como un vampiro
pone su impronta en los papeles
ellos copian su estilo
pero la poesía no
la poesía no

¡qué tragedia si
la dejara exánime

el fantasma de su época!

En busca de lo efímero de lo permanente ansiedad...

En busca de lo efímero de lo permanente ansiedad
/de lo fugaz o eterno
hay un descanso en la cama fría de Kavafis
/recordando lo que no vuelve
dos muchachos tomando un café
sus miradas mutuas su sensualidad sus deseos
se apropia de las ideas y las cuenta y seduce su
/seducción a los hombres que lo aman
a quienes él ama y lo cuenta y se respalda en el país
/donde todas las cosas ocurrieron
donde todas las ideas fueron dichas
si lloran los “gallardos caballos” de Aquiles por
/Patroclo
hoy los vemos llorar en los labios del poeta
si los cristianos quemaron un templo sin que nadie lo
/sospechara
está escrito
si Metanira interrumpe el rito de las diosas Tetis y
/Deméter está contado
y en la cama fría de Kavafis se unen las historias
/callejeras de muchachos tentándose
de ancianos dormidos sobre la mesa de un bar
importa que lo diga
importa que lo anote importa que lo vuelva a decir
que no sucumba en la crueldad de callar
importa que haya ordenado sus decires antes de su
/muerte
para dárselos al mundo y que vuelvan y se agrande
/el sentimiento
Kavafis cuentero de la Grecia y sus personajes
todavía hay quien espera y ama a Aquiles como lo
/hiciera su madre
y hay perros y otros animales que lloran a quienes
/aman como los “gallardos caballos”
no vio construir los muros pero supo destruirlos y
/amarrar vidas y no temer
y engañar y no temer y amar lo prohibido y no temer
/y mirar a los hermosos jóvenes fuertes y
desearlos en su solitaria cama de hospital y amar a
/un mundo que no se conoce y jugar al
acertijo de la vida y caminar en lo más oscuro de las
/costas y tentarse de mar sereno y recorrer
los días de sol y las vidrieras amargas de una
/cosecha
imposible detrás de un vidrio
y cambiar el mar por el río en el regreso
ya volver a Peleo y Tetis y consolar su llanto
todo eso dio aunque hubiera fugitivos indiferentes
/héroes ignorantes y
dulces mujeres en la muchedumbre

todos escucharon y todos lo escucharon

Parte II

Amo al amo que me esclaviza...

Amo al amo que me esclaviza
porque yo soy en él
y soy también el párpado negro
que se baja
sobre la mirada doliente
de siglos
que reposan

sobre la conciencia culpable

El amo no ama...

El amo no ama
él no viene amando desde
siglos
y yo
en el tránsito flecha
de dos puntas
soy él
y el otro

que no nombro

Alguien vendrá...

Alguien vendrá
a apretarme la garganta
a hacerme decir porqué
entonces estallará una guerra
para que los objetivos se
transformen en
un solo deseo la paz

quien venga con armas
enfrentará las mías

porque el combate continúa

Estoy pensando...

Estoy pensando
pero me duermo en mi mesa de trabajo
la otra mesa está vacía
y el fulgor de nuestras miradas
que se cruzan filo contra filo
va a ir a parar al manicomio
si tuviéramos hijos
cruzarían sus ojos de diamante
y levantarían al aire las espadas
ellos también
para clavarlas en el vientre del hambre
pero estamos aquí
ambicionando rayos de plata
colores primarios en cada transparencia
que nos hagan ver menúes extraordinarios
vos y yo en la mesa de trabajo vacía
en la mesa de la cocina vacía
con los cuchillos preparados
convencidos tan convencidos
de llegar al corazón del diamante

Estoy sentada...

Estoy sentada
cuando camino
a tientas y
tropiezo con las cosas
vuelvo
rápido

a mirar mi fiel ombligo

Me gusta esconderme y...

Me gusta esconderme y
pensar que el tiempo
no existe

Puedo apropiarme
de las uvas
volubles al sol
de las alas
que están en la memoria

Me dejo seducir
por la sombra

detenida

Por aquí por aquí ¿por aquí está la vida?...

Por aquí por aquí ¿por aquí está la vida?
debajo de esta alfombra ¿la vieron ustedes?
por allá por allá por allá ¿en lo más alto de las hojas
/de los árboles?
¿en lo más bajo de las plantas rastreras?
¿dónde puede estar?
En el fondo del centro de la tierra
en la última expansión del universo
en este sentimiento de coplas ausentes
en el desgano de no compartir una palabra
en el inicio de un mundo que tiene fin
en la nostalgia sin alas
en la imaginación sin vuelo
en el llanto que hace millones de años

me acompaña

Parte III

En la Patagonia...

En la Patagonia
caída hasta el sur de las mareas
donde no hay tal silencio sino voces
se recoge el vuelo del viento
en puños de piedra

Crepúsculo de invierno
donde desaparece toda forma

en la barda sin pájaro y sin árbol

Qué pena que yo no pueda nombrar esta ciudad...

Qué pena que yo no pueda nombrar esta ciudad
como si fuera mi patria conocida
y qué pena que no pueda
recordar la lujuria de los vientos
en la línea sur de esta provincia

Veo esta plaza callada y
escucho el trinar de las mañanas
contándose los sueños de anoche
restos diurnos de viajes a otros tramos
de este valle qué lástima
que allá por donde andan las piedras rodadoras
no fui a correr sin alcanzarlas

pero qué suerte que desde la ventana
veo la plaza girando sobre su eje

alrededor del sol

Matan las palabras. Fuera de este paraíso...

Matan las palabras. Fuera de este paraíso
ella se va sin esperanzas.
Un carro del infierno arrastra sus pertenencias
la memoria exhuma los restos de la lengua
¿Cuál es el destino de las palabras?
Escritura sospechada

son palabras las que matan

Desde la tierra finita...

Desde la tierra finita
miro limitada
un umbral que me permita
un paso de mármol hacia otro planeta
de sociedades muertas
de cortinados rojos brillantes
detrás del fuego
planeta de aristas amables
para encontrar refugio
cuando arrecie el oeste

aquí en el sur

Qué vas a ser...

Qué vas a ser
hoy-ángel mío
vas a ser ángel demonio
oculto entre las hojas de los árboles
doblado sobre las alas de tu carpeta
con la tranquilidad de no tener presentimientos

Soy yo la sádica mujer
que entre los esperpentos
de una librería nocturna
con la mente alquitranada
imagina lo peor
eso que se lleva al extremo
de lo que amenaza
cuánta leche de madre derramada
cuántos pechos calientes
y manos agigantadas que
no sirven para proteger

Qué vas a ser
hoy-ángel mío
ya veo ya la veo
la flor quedó tirada
entre la muñeca rota
y las balas recostadas
en el hilo de alfombra

lacre denso como la sangre

Si no tuviera nombre...

Si no tuviera nombre
creería que no existo.

Si no existiera esa palabra
que denota mi existencia en un archivo
creería que mi angustia
no me pertenece.
Entonces recorrería un cementerio
buscando un nombre igual al mío.
Un nombre
que confirme que las Furias
hicieron justicia con mi muerte.
Y he muerto tantas veces

que no voy a volver.

Temperatura en descenso y siento...

Temperatura en descenso y siento
el placer y el dolor de la exactitud
el frío las dudas lo incierto lo ignorado
el frío que nos deja siempre igual
tal vez yo no cambie y sea por el hielo
aunque este haya cambiado su estado a lo más sólido
/lo más ansiado
de ese corazón de agua transparente y dura que
/vuelve a no cambiar
no alcanza una lágrima caliente para conmover lo

/sólido del hielo

Uno puede...

Uno puede
ver el bosque que hay enfrente de su casa
y cruzarlo
con la mirada sin énfasis
o
cruzarlo corriendo para ir a encontrarse
con la promesa de la nada
tanta nada como si
fuera mensurable
mejor entrar en el mundo
que hay detrás de la casa propia

sin descanso

Voy a arreglar mi armario a acomodar...

Voy a arreglar mi armario a acomodar
a establecer un orden y casi una disciplina
Las cosas mezcladas superpuestas enroscadas
esperan
objetivas desinteresadas parásitas
Cálidamente se recuesta
el polvo
en la sombra para descubrir la luz
Las partículas de polvo huyen en un rayo
mientras las ondas cerebrales (esa intriga
de viajar tan tenuemente hacia dónde)
se dilatan como un metal

al calor de las cosas que abrigan

El barro suave...

El barro suave
en las manos en los pies
despierta mi piel que se hunde y
acelera mi presente
en dorados marrones acuosos
barro cálido piso de mi infancia
no es mugre no es deshecho es abrigo
es roce de amantes
es tibia boca que me alimenta
y me devora

ya nada está tranquilo

el mundo no es mi abrigo

Difuntas luces y lenguas de sombras...

Difuntas luces y lenguas de sombras
en la ciudad interna es la
penumbra la paleta que da
oscuridad a la tristeza
la tristeza no se escribe baila
con sus pasos más rebeldes siempre
alrededor
bocanadas de asfixia
miles de hojas en blanco
allegros y adagios
agua y pan de tristeza
un sol invisible
en la tensión de los arcos
que disparan flechas oxidadas
y en el círculo
de los anillos que anticipan goces

que se oxidarán, inexorables

Tratado del sentido de lo blando...

Tratado del sentido de lo blando
hojas más hojas amarillas
escritura neblinosa
buscando definir la corrupción
la roca acumula pérdidas y
la orilla avasallada no resiste

Habría sido eterna la firmeza
de los tejidos temblorosos
al costado del tiempo

Sentada en el borde de un tronco que yacía...

Sentada en el borde de un tronco que yacía
equivocado en medio de los juncos
miraba fijamente los círculos
donde se diluían sus ojos
en un pequeño charco
resplandores de sol
como estímulos hostiles
le traían brisa de otras partes
Desaparecía el peso de las manos grandes
el mundo ahora estaba libre
sin sus brazos caídos más allá del agua
fue un momento solo un momento y el
agua volvió a su tranquilo lecho de lisura
ella no la diluyó más con sus ojos vivos
y cayó del tronco a la tierra húmeda
casi sin peso con su cuerpo pesado

En la palma de la mano...

En la palma de la mano
el pelaje suave de una yegua
cabalgando lo llano
que galopa
sílaba por sílaba
sílaba por sílaba y se
vuelve
que arremete que
se yergue y
grita y
se apacigua al trote
al paso delicado de los
cascos en danza
es la Pegaso en el aire
encabalgada en
los sones

de las sílabas aladas